Durante su homilía el papa invitó a los fieles a que este tiempo de cuaresma, que precede a la Semana Santa, sirva para “verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa para redescubrir el vínculo fundamental con Dios”.
“¿Cuántas veces, ocupados o indiferentes, le hemos dicho: “Señor, ¿volveré a Ti después? Hoy no puedo, pero mañana empezaré a rezar y a hacer algo por los demás”. Ahora Dios llama a nuestro corazón. En la vida tendremos siempre cosas que hacer y excusas para dar, pero ahora es tiempo de regresar a Dios”, dijo Francisco ante un centenar de fieles.
También observó que “la cuaresma no es una recolección de pequeños sacrificios, si no es discernir hacia dónde está orientado el corazón. Preguntémonos: ¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo?”.
“Todos tenemos enfermedades espirituales” pero que “solos no podemos curarlas. Todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos”, añadió.
“Hoy bajamos la cabeza para recibir las cenizas. Cuando acabe la cuaresma nos inclinaremos aún más para lavar los pies de los hermanos”, instó.
Como había comunicado el Vaticano, el rito de la imposición de las cenizas ha cambiado debido a la pandemia y no se realizó la tradicional cruz en la frente.
Por ello, Francisco se adecuó a este cambio y, como estaba previsto, dejó caer ceniza en la cabeza de los pocos fieles que asistieron.
Debido a la pandemia, el papa no pudo celebrar, como es tradición, la procesión desde la iglesia romana de San Anselmo a la cercana basílica de Santa Sabina, en la colina romana del Aventino.
Además, tampoco le será posible realizar los Ejercicios Espirituales que celebraba junto con la Curia romana en la Casa Divino Maestro de Ariccia, a las afueras de Roma.
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