Por Jhonny Trinidad
«Con usted tenemos una deuda eterna que saldaremos tan pronto lleguemos al poder». Eso me decía Margarito Carlos de León, un «amigo» político que solía llamarme «hermano» antes de su designación como subdirector del Departamento Nacional de Investigación (DNI), cargo que le ha pemitido mostrar su verdadera personalidad.
Considera él y dos o tres de sus seguidores a los cuales ha logrado colocar en el Gobierno que ya no necesitan la careta que utiliza la mayoría de políticos y falsos amigos para ocultar su real rostro.
En mi profesión de periodista, en varias ocasiones fui invitado a cubrir actividades del ahora oficialista Partido Revolucionario Moderno (PRM) que Margarito y su grupo pagaban con promesas de «cuando lleguemos al poder, habrá un espacio especial para usted», cosa que nunca creí ni dejé de creer.
Hace poco estuve en República Dominicana, donde necesité (y solicité) la ayuda de Margarito, su «asistente» Ramón Valerio y su «alicate» Víctor Polanco, viceministros de Interior y Policía. Margarito nunca me contestó el teléfono, Valerio se me escondió y Polanco me recibió, pero me trató como a un desconocido.
El favor que solicitaba no era para mi, sino para dos personas muy mías que están pasando por una muy mala situación, que se «fajaron» en la campaña para llevar a Luis Abinader a la presidencia y me pidieron que les diera una manita con Margarito, ya que les había presumido de que era «mi herrrrmano».
En ese afán también llamé al hoy diputado Norberto Rodríguez, con quien trabajé desde que era precandidato, y recibí el mismo rechazo, nunca contestó mis llamadas.
En principio no entendí el abrupto cambio de mis «ex hermanos», pero luego comprendí que quizás sean del tipo de personas que viven una realidad que ni ellas mismas entienden y que el salto de la «nada» a funcionarios los ha llevado a confundir la humildad con la pedantería.
El poder desvela cómo somos. Cuando tenemos un cargo, se ve el plumero de nuestros valores e inseguridades. Hay personas que cuando tienen un pequeño cargo se transforman.
Y es que quienes piensan en blanco y negro a menudo acaban siendo arrogantes. A ese tipo de personas los mueve el poder individualista, ya que anteponen sus intereses a los del resto.
Creo que la mejor manera de tratar con la arrogancia de esos nuevos funcionarios es ser honestos con ellos sobre cómo hacen sentir a quienes les aprecian o alguna vez lo hicieron.
De esa experiencia aprendí que los falsos amigos y las personas déspotas y arrogantes nunca te tratarán con respeto, al contrario, te menosprecian para sentirse mejor porque creen o saben que valen menos que tú.
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