Cuando en abril de 1994, ya a sus 76 años, Nelson Mandela es electo por mayoría abrumadora presidente de Sudáfrica, una vez asume el poder en el país de mayoría negra, había razones para “el ojo por ojo y el diente por diente”. No resultó así. El líder de dimensiones globales supo salirle al paso a cualquier manifestación mezquina que condujera al odio. En cambio, abrió canales para el diálogo y desanimó toda manifestación de violencia que enturbiara el retorno a la libertad y el nacimiento de un país de más de 40 millones de habitantes.
En sus apariciones públicas y en sus discursos siempre estaban presentes dos elementos claves para la convivencia pacífica entre ciudadanos: “la búsqueda de la concordia entre las etnias y la necesidad de no tomar represalias contra la minoría blanca”. Su interés era evitar la estampida y convivir como ciudadanos de pleno derecho en Sudáfrica.
Ese olfato político fue lo que permitió reunificar a una enorme nación, pese a los odios que provocó el Apartheid. El propio Mandela sufrió en carne propia encarcelación, atentados a su vida, vejaciones y todo tipo de acciones negativas en su contra, aun así, fue un abanderado del diálogo.
La experiencia de Sudáfrica y Mandela debe servir en este momento de la coyuntura política al opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM), que en un inusual arranque de ignorancia, desprecio, odio, sed de trabajo o simple ambición de poder, sus alcaldes quieren echar de sus empleos a infelices trabajadores y trabajadoras de los ayuntamientos.
Ñeñe, alias del alcalde de Cotuí, común cabecera de la provincia Sánchez Ramírez, de un plumazo pretendió expulsar de sus puestos de trabajos a personas que rinden una labor encomiable en las municipalidades de todo el país, una muestra del deseo de llegar, no al poder municipal como se ve ahora a simple vista, sino la tomar del poder político de República Dominicana (Poder Ejecutivo) y vez de impulsar transformaciones y el supuesto cambio que propone esa organización, el objetivo es echar de sus puestos de trabajo a todo aquel o aquella que huela a “peeledé y a sus aliados”.
Se trata, por tanto, de una señal equivocada que pudiera tener un alto coste político en las elecciones del próximo julio porque como dice el refrán popular “cuando la fiesta va a ser buena, desde la víspera de ve”. /ft/https://lalupadelsur.com
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