Por Dr. Ramón Ceballo
El SARS-CoV-2 ha presentado una transmisión rápida de persona a persona y actualmente es una pandemia mundial.
Esta pandemia está demandando una movilización de la comunidad científica sin precedentes.
La pandemia producida por el coronavirus Covid-19 ha generado que se tomen medidas orientadas a producir el aislamiento de los ciudadanos, o “distanciamiento social”, con el objetivo de combatir su propagación.
Los efectos debidos al aislamiento traen, de por sí, la convivencia en espacios reducidos, estar expuestos a noticias cada vez más trágica sobre el creciente número de víctimas fatales, incertidumbre económica, los cuales constituyen elementos que sobrepasan la capacidad de las personas a enfrentarlos.
Cuando se toman medidas drásticas, como el aislamiento, la población, tiende a experimentar trastornos conductuales tales como estrés, frustración, ansiedad, síntomas depresivos, insomnio, resistencia, ira y temor.
Hoy podemos asegurar que psicológicamente, una gran parte de la humanidad está padeciendo una profunda crisis de trastornos de salud mental.
En algunos estudios que se han realizado muestran que estos trastornos, tienden a afectar mucho más a las mujeres que a los hombres. En China por ejemplo un estudio realizado, se observó un 53,8% de impacto psicológico moderado a severo; un 16,5% de síntomas depresivos, un 28,8% de síntomas ansiosos y un 8,1% de estrés, todos entre moderados y severos.
El impacto psicológico y niveles elevados de estrés, síntomas de ansiedad y depresión afectaron mayormente a los sub-grupos de 18-30 años y los mayores de 60 años.
Los brotes de enfermedades infecciosas en las que se producen aislamiento o distanciamiento social, aumentan el deterioro de la salud mental de las personas, fundamentalmente de los grupos vulnerables tales como los niños, los ancianos, las personas con discapacidad, y los trabajadores de la salud.
Estos grupos vulnerables, tienden con más frecuencias a sentirse estresados por el temor a la enfermedad misma, a la potencial muerte de sus seres queridos y a la de ellos mismos.
Se agrega a esta situación la preocupación por la pérdida del trabajo, los compromisos económicos, el aburrimiento, la soledad, y el desamparo durante el aislamiento, además la impotencia para lograr alimentación adecuada.
La verdad que una situación anómala como es el aislamiento o el distanciamiento social de larga duración, produce y profundiza una mayor incidencia de trastornos ansiosos y depresivos en los grupos vulnerables.
De hecho, las personas que tienen que estar, en aislamiento o distanciamiento social debido a la pandemia por el Covid-19 empeoran no solo emocional, sino también su cuadro físico.
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