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“Hoy la mujeres son levemente más iguales a los hombres que hace veinte años pero más desiguales entre sí”

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SANTO DOMINGO. Ya está claro que los países avanzan más y mejor cuando la mujer se incorpora al mundo del trabajo. Pero ahora hay un ingrediente añadido para decidirse a acelerar el proceso: el futuro del modelo de pensiones. Los trabajadores que cotizan hoy en República Dominicana... ¿pueden confiar en que cobrarán una pensión? Dependerá de que la mujer sea parte de la fuerza productiva, del número de hijos que tendrá cada una de ellas y de los esquemas familiares que predominen en la sociedad.
Fernando Filgueira, sociólogo y coautor del informe El progreso de las mujeres de América Latina y el Caribe 2017, (ONU Mujeres) lo explica en esta entrevista. Y como todo empieza en casa, empecemos por entender por qué compartir las tareas del hogar es crucial en esta evolución:
El tema de la carga de trabajo doméstico se destaca en todos los estudios que tratan la incorporación de la mujer a labores productivas. ¿Cuál es la responsabilidad individual y cuál el papel de las políticas públicas?
Durante la elaboración del informe hubo unas discusiones teóricas muy pesadas sobre ese tema. Nancy Folbre, que recientemente ganó uno de las becas MacArthur- plantea que en el hogar se produce por supuesto, afecto, amor, cariño... Pero además hay poder y negociación.
A su pregunta, ¿dónde está mi responsabilidad individual, mi decisión, cómo gestiono yo mi hogar, cuánto tiempo dedico yo, cuánto tiempo exijo yo de otro?... Folbre va a decir que hay que considerar un poder de negociación al que ella llama partner inside of family (la teoría de la negociación en la familia).
En la vida real no funciona siempre la familia altruista, donde uno gana el dinero, otro se encarga del hogar con afecto... Todo esto se negocia. En el modelo patriarcal se negocia con lo que ella llama “Diferential fallback position”. Imagínese que aquí está José y aquí está María, forman un hogar y con sus esfuerzos generan un horizonte de bienestar que pueden tener a partir de trabajar dos o de trabajar uno. Y luego esas cosas le pueden tocar a José o a María. Yo puedo dar todo lo que conseguí a José o se lo puedo dar todo a María o lo puedo distribuir diferencialmente.
Nancy Forble dice: “este espacio de poder y negociación dependen mucho de cuál es la fallback position, si partimos de una posición en la que no existiera cooperación entre ellos dos”.
Es decir... ¿el poder de negociación está ligado a cómo quedaría cada uno en caso de separación?
Lo que dice Nancy Forble es que la mujer tiene peor fallback position en los modelos patriarcales y por lo tanto tiene menos poder de negociación. No es que no exista una responsabilidad individual en el reparto del trabajo doméstico sino que la pregunta es ¿cómo hacemos para que el Estado contribuya a equiparar los niveles de negociación dentro de la familia? El Estado debe cumplir un rol con las simetrías de poder porque si no la capacidad de negociar dentro del hogar es muy diferente.
¿Cuáles son los elementos que marcan esa fallback position?
Tres, básicamente. ¿La mujer está educada o no está educada? En el modelo patriarcal tradicional la mujer no se tenía que educar. Hoy la mujer está más educada que el hombre. ¿La tendencia es a tener los hijos temprano o no? Las dos bases patriarcales fundamentales eran que la mujer no controlara el proceso reproductivo y que no tuviera educación.
¿Y el tercero?
Esos dos cambios hacen normal y esperable que la mujer se incorpore al mercado laboral y pueda negociar de otra manera, que plantee ciertas cosas. El tercer elemento de la fallback position es que la mujer tenga un empleo.

En la vida real no funciona siempre la familia altruista, donde uno gana el dinero, otro se encarga del hogar con afecto... Todo esto se negocia.

¿Ahí es donde entra el papel del Estado?
Sí, con políticas de Estado muy concretas. Por ejemplo, existen políticas que obligan a la parte que no queda con la descendencia a transferir dinero o no. Esto es una discusión no menor. Generalmente, los hijos quedan con la mujer ante la opción de una situación de divorcio o de separación, pero en Uruguay, por ejemplo, el 60 % de los hombres no transfiere dinero.
Por lo tanto hay políticas concretas que pueden mejorar ese proceso de negociación; igual debe darse un proceso cultural y de responsabilidad individual de hombres y mujeres para el cambio profundo en las relaciones y la división social del trabajo. Pero el Estado tiene un rol que cumplir. A veces, es un rol de proporcionar bienes y servicios fuera de la familia, como el sistema de cuidados.
¿Lo que aquí se está haciendo con las estancias infantiles, por ejemplo?
Ese es un modelo. En otros casos es regular la relación entre las partes para que sean corresponsables de las crianzas. En otros casos, es transferencia monetaria. Las mujeres no acceden muchas veces al mercado laboral y tampoco acceden a muchas transferencias monetarias del Sistema de Protección Social porque nuestros sistemas de protección social - las jubilaciones y pensiones- se montaron sobre el esquema contributivo. Por lo tanto, yo no accedo porque no he contribuido previamente y los pocos países que tuvieron históricamente en América Latina asignaciones familiares –que es una transferencia monetaria a las familias con hijos menores de 18 o de 16 años- también en general fueron contributivas.
La otra política con la que insistimos es en las transferencias no contributivas, un pilar robusto de transferencias monetarias, de jubilaciones y pensiones y de asignaciones familiares que se reconocen por la condición de ciudadanía, no por haber contribuido antes. Una parte muy importante de la caída del porcentaje de mujeres sin ingresos propios en América Latina responde a que avanzamos bastante en estos dos modelos de transferencias no contributivas.
Hay que apuntar además que la expectativa de vida cada vez más larga...
Mire hacia Europa. Cuando se mide la relación entre tasa de empleo y tasa de fecundidad en los países de la OCDE se comprueba que cuanto más crece la tasa de empleos femenina más cae la de fecundidad. Esa era la relación. Acá estaban Italia, España, Grecia que tenían fecundidad relativamente alta y tasas de empleos relativamente bajos de la mujer y en el otro extremo estaban los países nórdicos. Lo que parece claro es que los países nórdicos no lo hacen solamente por un tema de derechos, lo hacen por un problema de eficiencia. Ellos entienden que la esperanza de vida está creciendo, que las jubilaciones y pensiones van a requerir de mucha más población activa para sostenerse. Necesitan que no caigan tanto el número de los niños y necesitan que la mujer se incorpore al mercado laboral y aporte a la seguridad social.
¿Puede hoy República Dominicana atendiendo a estos factores asegurar su sistema de pensiones?
El bono demográfico está dado cuando la población activa es mucha, la población adulta-mayor todavía no es mucha y la infancia está cayendo controladamente. En eso está República Dominicana hoy. Ahora, si no aprovecha el bono demográfico y aumenta la productividad desde ahora, invirtiendo en la infancia... cuando llegue a ser vieja como país le va a pasar lo mismo que a Uruguay y a Chile. Son países que están llegando a viejos pero todavía son relativamente pobres.
Y no hay suficientes niños que sostengan el sistema en el futuro...
Y esos niños son desiguales. Si no solucionamos el tema de género no solucionamos los otros temas. Lo que los países nórdicos vieron a tiempo es que participaba en la economía solo el 60% de las mujeres. ¿Qué hago para que llegue al 80%? Decidieron tener un sistema de cuidados potente, generar un sistema de licencias de maternidad y paternidad potente, con estados de sociedad civil articulados y dando incentivos para que el hombre participe desde temprano. Eso ayuda a modificar un poco la pauta.
El informe El progreso de las Mujeres en América latina y el Caribe 2017, de ONU Mujeres detalla que 18 millones de mujeres trabajan en servicio doméstico, lo que permite que otros 18 millones de mujeres puedan salir a trabajar.
Nuestro modelo es trunco porque los hombres no se han incorporado a las tareas domésticas todavía, pero además es segmentado, desigual, entre las mujeres de sectores medios altos y altos en América Latina. Ellas pueden pagar por servicios domésticos y eso les permite integrarse a un mercado laboral a tasas casi similares a la de los hombres. Por supuesto, con menos salario, con discriminación, con techo de cristal. El problema es que en América Latina tenemos otros dos grupos: mujeres de pisos pegajosos que no pueden ni siquiera despegar y empezar a incorporarse al mercado laboral y mujeres sectores medios en escaleras cortas.
Que en cualquier momento caen...
La metáfora de la escalera... el problema es que si te caes, te vas para el piso. Y que dependen de una crisis económica, un accidente, de cualquier cosa. O de un cambio familiar, como un divorcio.
El concepto del “techo de cristal” asume una idea de “éxito” desde un punto de vista muy masculino.
Sí, estoy de acuerdo.
Hay mujeres que no ascienden porque no tienen ese concepto de éxito tan ligado al poder.
Correcto. Hay un cierto sesgo productivista y masculino en muchos de estos informes. Es verdad que una parte tiene que ver con la negación histórica del poder a las mujeres. Es cierto, hay una parte verdadera en esto, en que la libertad está cercenada parcialmente. Pero también hay otra discusión que se encamina a definir más profundamente qué es vida, qué es éxito, qué es buen vivir. Uno de los argumentos que se da es que en la medida en que los hombres se incorporan más a tareas de cuidados y lo hacen más temprano, incrementan el rango de opciones que los hace felices también.
Yo creo que tanto para hombres como para mujeres hay una discusión más profunda acerca de qué es la felicidad, el éxito pero sin dejar de reconocer que para aquellas mujeres que efectivamente -sea por influencia de un modelo masculino o sea porque les gusta- puede haber o de hecho hay un techo de cristal.
Y no perder de vista que la autonomía financiera es parte crucial de la autonomía personal.
El problema efectivamente es que en nuestra sociedad tal y como es, la ausencia de ingresos autónomos inhibe la posibilidad de libertad. América Latina precisa redefinir el contrato de género por un problema no solo de derechos sino de eficiencia. Es decir, para enfrentar el envejecimiento, para invertir adecuadamente en las generaciones más jóvenes debe redefinir el actual modelo, donde ya no tenemos un patriarcado tradicional pero las políticas públicas y los mercados en muchos casos nos e dan por enterados.
Eso tiene que cambiar porque si no lo que se produce es feminización de la pobreza que es también infantilización de la pobreza. Y la feminización de la pobreza implica que los niños están consumiendo bienes y servicios por debajo de lo necesario para el adecuado desarrollo temprano entre los 0 y 4 años. Y eso implica que el capital humano que va a tener esas sociedades en el futuro va a estar limitado.
Y “defectuoso”...
Si se analiza el modelo de los países nórdicos se ven seis valores virtuosos para enfrentar una sociedad que avanza hacia el envejecimiento.
Uno es tener altas tasas de participación laboral de la mujer. Dos, que éstas no estén estratificadas, es decir, que tanto mujeres de los sectores más bajos como los más altos tengan plena participación o casi igual en el mercado laboral. Tres, que la fecundidad cierre en torno a los niveles de remplazo, que no baje demasiado pero que tampoco sea de 2,8%. Cuatro, que tampoco sea estratificado, es decir, que idealmente los sectores medios, bajos y altos tengan la misma cantidad de hijos. Cinco, que las edades de las madres sean similares en todos los estratos y por último, que la pobreza infantil sea baja y en lo posible que sea la más baja en la población general. Si estas seis cosas pasan... uno está razonablemente preparado.
¿Cómo de lejos estamos a que esas cosas pasen?
Lejísimos. América Latina presenta la mayor infantilización de la pobreza de todas las regiones del mundo y la mayor desigualdad en fecundidad. En participación laboral hemos avanzado más que en otras regiones -sobre todo el mundo árabe- incluyendo ciertos países de Asia, que tampoco han avanzado demasiado. Pero con alta desigualdad en la participación laboral de la mujer. Es un problema de eficiencia y de sostenibilidad y de crecimiento y por otro lado de combatir la desigualdad. Somos la región más desigual del mundo y para combatir esa desigualdad socioeconómica e impulsar este proceso paulatino de emancipación de la mujer tenemos que desegmentar. No puede ser que hoy tengamos mujeres levemente más iguales a los hombres en materia de empoderamiento económico que hace veinte años pero más desiguales entre sí.
Hablan de América Latina y el Caribe, pero el Caribe no es homogéneo.
República Dominicana es más parecida a América Latina porque el Caribe inglés presenta unas tasas muy altas de participación laboral de la mujer. Cuba es una anomalía. Hay toda una literatura que discute el tema de las familias afro-descendientes y el problema de la pérdida de la figura del hombre. Los matriarcados dentro de sistemas patriarcales. Estas características de las familias matronas, en donde el hombre desapareció que tiene mucho con el esclavismo y con la destrucción de ese poder patriarcal del hombre. Eso se da mucho en países como Jamaica, Trinidad & Tobago aparecen este tipo de configuraciones y problemáticas como la violencia entre hombres y mujeres.
¿Con qué países nos comparamos, entonces?
Con Centroamérica, pero mejor que en algunos países, como Guatemala. RD no tiene población indígena, tiene un componente caribeño pero un poco diferente y tiene un componente de sociedades de ingreso medio como Colombia. Y con una población afro-descendiente importante, tiene algunas particularidades. En el embarazo y maternidad temprana está entre los índices más altos.
Eso es un problema gravísimo y en estos momentos la sociedad dominicana está muy sensibilizada.
Está disparado. Y ni siquiera es maternidad por conyugalidad temprana. El hombre hace hijos, pasa y se va. Eso da muy alto para el nivel de desarrollo relativo de República Dominicana y da muy alto para el nivel de fecundidad general de República Dominicana. Genera una pauta totalmente polarizada, disparatada. Cuando se mira el quintil más pobre, en el 20 % más pobre surge la siguiente pregunta: ¿Cuántos de los ingresos del hogar los aporta la mujer? El quintil más pobre tiene un porcentaje importante de mujeres que no pueden trabajar remuneradamente.
Se repite desde hace años que casi el 40 % de los hogares tiene una jefatura femenina.
Entre las mujeres del quintil cinco, las más ricas, es un poquito más de las que aportan el 100% que la de los sectores medios. En República Dominicana hay un 32% en el quintil uno de mujeres que están solas y sostienen el hogar solitas. Es enorme. Me da la impresión de que en Dominicana se conjugan los problemas de un patriarcado trunco que no cambió y en los sectores medio y bajo se complica todo con lo que Rubén Kaztman, un gran sociólogo, hablaba en su tesis ¿Por qué los hombres son tan irresponsables?
¿Encontró una respuesta a esa pregunta?
El argumento que él da –y que remonta a la época de los luditas- es que cuando los hombres pierden las bases que les permiten creer que pueden llenar el rol que le asigna el patriarcado (ser el que manda, el que decide cuándo se tienen hijos) pero a la vez ser él quien proporciona el dinero del hogar, no suprimen su vocación patriarcal de descendencia. Suprimen la parte protectora del contrato. Es decir, pasan y se van pero dejan su semilla.
Esa irresponsabilidad paterna o ese quiebre del contrato patriarcal en el fondo es la peor versión: quedan los elementos de dominación, de expectativa del rol de la mujer pero el hombre no cumple su parte del contrato. Queda claro es que eso deja a un montón de mujeres en situación altísima de vulnerabilidad, solas con dos o tres hijos. Las madres solteras del quintil cuatro y cinco -que las hay- viven en hogares extendidos, viven con sus padres. Las madres solteras del quintil uno generalmente están solas.
¿Por qué dice que estamos muy lejos de conseguir esas condiciones?
América Latina en los últimos años caminó un poco en esa dirección. Es decir, generó los sistemas de transferencia condicionada que por lo menos, con sus problemas, colocaron dinero en las manos de las mujeres. Estamos en una situación trunca, hemos llegado al tope que podemos llegar con este modelo de división sectorial del trabajo en los hogares y con el rol que el Estado cumple por ahora. Es decir, las mujeres de los sectores más altos ya están en tasas similares de los hombres; igual tienen una carga de trabajo no remunerada mayor.
Las mujeres de los sectores de pisos pegajosos... las que se pudieron incorporar ya se incorporaron; las otras tienen su carga de trabajo no remunerado. Es muy difícil.
¿Qué país lo está haciendo bien?
Chile y Uruguay, en parte. Costa Rica está avanzando. Ninguno de los tres ha logrado la meta. Chile es quizás el que más ha controlado el tema de maternidad muy temprana. Pero Chile y Costa Rica eran países que tenían muy bajas tasas de participación laboral de la mujer para su nivel de desarrollo relativo, social y económico. Eran países bastante tradicionales. Uruguay era más secular, más moderno.
Uruguay alarga el sistema nacional de cuidados, pero lo hace en un contexto de una carga fiscal no tan baja. El 27-28 % del PIB se paga en tributos, digamos. El problema es cómo se pagan los impuestos y quién paga los impuestos.
Y para qué los usan...
Exacto. En Uruguay el problema es que ya envejecimos. Por ejemplo, yo elaboré desde el Fondo de Poblaciones de Naciones Unidas la “Ley de Expansión de las Licencias Maternales y Paternales“ en la creación del Sistema Nacional Integrado del Cuidado. Cuando llegó la hora de poner la plata, el espacio fiscal que se creía que iba a existir se lo comió todo el Sistema de Jubilaciones y Pensiones y el Sistema de Salud con la incorporación de Tecnología. Por eso es importante hablar en países como República Dominicana. República Dominicana está a tiempo porque todavía tienen una tasa de fecundidad de 2.48, y menos de un 4% de población mayor de 65 años.
Es la economía...
Nosotros decimos que frente al ciclo económico hay que evitar modelos hiper-restriccionistas en políticas monetarias. Por ejemplo, en Brasil –que tiene ese terror a la inflación porque fue un país hiper-inflacionario durante mucho tiempo-, apenas la inflación se pasa de 2 a 3 puntos del rango meta que define el Banco Central las tasas de interés se elevan, se restringe la oferta monetaria y eso afecta el empleo, se destruyen los puestos de empleo, la actividad cae más de lo que fuese necesario frente al ciclo. Luego en los periodos expansivos... ¿cómo los aprovechamos para generar más empleos, para que esto se transforme no en un sistema de goteo que genera pocos empleos, sino muchos empleos?
Esa es otra discusión de política económica, cómo construyo yo una política económica que sea una política económica amigable con la creación de empleos en contextos expansivos y protectora del empleo en contextos recesivos. Si uno mira en los años 90, son los años de mayor creación de empleos para los sectores de las mujeres de los pisos pegajosos.
¿Y cuál es a su juicio el remedio?
El único modelo que funciona bien, que es interesante de nuevo, es el nórdico, porque el modelo nórdico tiene tasas de flexibilidad de empleos altísimas, tiene tanta rotación como Estados Unidos, porque lo que protegen los nórdicos no es el puesto de trabajo; protegen a la persona. Son políticas no vinculadas al mundo del trabajo que te protegen, y después... flexibilidad.













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