Por Alejandro Jerez Espinal
La energía es la fuerza transformadora que hace posible la actividad humana y el trabajo en la dirección de producir bienes y servicios imprescindibles para impulsar la actividad económica y la vida sobre la tierra. Desde la primera gran transformación de la estructura productiva hasta la llegada de la revolución digital, la energía ha jugado un papel fundamental en el avance y desarrollo de la humanidad.
Desde siempre la energía que tiene como principal fuente la naturaleza, ha sido el mejor aliado del hombre en su lucha por la sobrevivencia y adaptación a los cambios. Qué sería de la vida sin la posibilidad de usar el agua para tomar, cocinar, higienizar, irrigar los cultivos y plantas; la luz del Sol para calentar las aguas, atmósfera y el viento en su función elemental de transportar vida.
Como resultado de los avances y transferencias tecnológicas, las políticas públicas y los convenios internacionales que reflejan el consenso de las naciones en esa línea, el hombre tiene hoy la posibilidad de tomar esos recursos renovables que nos proporciona de manera gratuita la naturaleza y transformarlo en energía limpia, con cero o mínimo daño al medio ambiente y la vida.
Para potenciar el aprovechamiento del agua, sol, aire, mar y tierra en la producción de energía renovable para el desarrollo sostenible, entre otros temas no menos importantes, 193 naciones del mundo sesionaron en Asamblea General de Naciones Unidas, para definir en septiembre del año 2015, los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, ODS, unos 17 en total, desglosados en 169 metas, resumidos en tres dimensiones económica, social y ambiental que reflejan de manera fehaciente el espíritu de la nueva hoja de ruta con miras al año 2030.
Esta noble aspiración de las naciones, coloca al ser humano como centro de las políticas públicas, procurando una mejora en su calidad de vida, una disminución de la pobreza y la desigualdad, a través de servicios públicos de mejor calidad y de un aprovechamiento sostenible y equilibrado de los recursos de la naturaleza.
El ODS 7 que plantea energía asequible y no contaminante, es reforzado por el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, adoptado en diciembre del 2015 en la capital francesa y vigente desde el 4 de noviembre del año 2016. El cual en el fondo es un acuerdo sobre energía, que persigue reducir el calentamiento global por medio del compromiso que asume cada País que lo firma y ratifica, de aminorar la emisión de gases efecto invernadero, principalmente CO2, y eso solo es posible disminuyendo el uso de combustibles fósiles en los medios de transportes, hogares, industrias, en la producción de energía y creando al mismo tiempo las condiciones para la inversión en la producción de energías renovables.
Todos estos esfuerzos reciben un fuerte espaldarazo en la 46 edición del Foro Económico Mundial, realizado como de costumbre cada año en la ciudad Alpina de Davos, Suiza. Durante los días del 20 al 23 de enero del año 2016, con la presencia de altos dignatarios de la política, la ciencia, la cultura, la sociedad civil y el sector empresarial, se discutieron y abordaron temas de interés estratégico para el futuro de la humanidad.
En su intervención la Directora del World Economic Forum, WEF, Jennifer Blake, sostiene que para entender el paso a esta nueva revolución, refiriéndose a la Cuarta Revolucion Industrial, hay que analizar los factores que la han impulsado. Entre las conclusiones del evento están esos elementos que poco a poco van definiendo una nueva era, entre ellos, el cambio climático, la restricción de los recursos naturales y la transición a una economía más verde.
A lo anterior se agrega la inciativa de grandes actores de la economía mundial, parte de ellos sede de algunas de las mayores automotrices del mundo, como Francia, Alemania, España, Inglaterra, India, China, Suecia, Holanda y Noruega que discuten la posibilidad en unos casos y han fijado plazos en otros, para en las próximas décadas prohibir la fabricación o circulación de los vehículos de combustibles fósiles.
La revolución industrial impulsada por el petróleo y por otros combustibles fósiles, está llegando a un final peligroso. Para hacer frente a un posible segundo colapso de la economía global, la humanidad necesita urgentemente una estrategia económica sostenible que nos conduzca al futuro. En el futuro centenares de millones de personas producirán en sus casas, en sus oficinas y en sus fábricas su propia energía verde y compartirán unas con otras una “Internet energética”, del mismo modo en que ahora creamos y compartimos información en línea, ( Rifkin, 2011).
La República Dominicana cuenta con la Ley 57-07 Sobre Incentivo al Desarrollo de Fuentes Renovables de Energía y sus Regímenes Especiales y el Reglamento 202-08, que sirven de marco legal para el desarrollo de proyectos en el campo de la energía limpia. Para el año 2018 se estima que el País tendrá una oferta de energía renovable de unos 600 MW lo que representaría un 27% ’por ciento de la oferta nacional, superando la meta del Plan Nacional de Energía de un 25% por ciento para el año 2025 y bien cerca del compromiso con miras al 2030 que es de tener una matriz de energía limpia de un 32% por ciento, conforme a la Comisión Nacional de Energía, CNE.
No obstante, se plantean algunos inconvenientes y desafíos en el camino que deben ser sorteados, el primero de ello tiene relación con la decisión del Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, quien anunció el pasado 1 de junio del presente año la retirada de los EEUU del Acuerdo de París, segundo hasta el momento el acuerdo que ya está en vigencia, ha sido firmado dentro del plazo establecido por 195 países, han depositado sus instrumentos de ratificación, aceptación, aprobación o adhesión unos 160 países y 35 no lo han hecho, entre los que se encuentran EEUU y Rusia y tercero se requiere de una gran inversión económica y una efectiva transferencia de tecnologías.
Aunque los combustibles fósiles son recursos no renovables, cuyas reservas están en curvas descendentes, no menos cierto es que conforme a las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía, AIE, para el año 2040 en el escenario principal, habrá un aumento de la demanda de todos los combustibles en un 30% por ciento, siendo la energía renovable la de más rápido crecimiento y dentro de los combustibles fósiles, el gas natural tendrá un aumento de la demanda en un 50% por cientos y el consumo de petróleo disminuirá, pero su demanda diaria se colocará en los 103 millones de barriles diario.
Por lo que se advierte el proceso de transformación de la matriz energética basada en combustibles fósiles por una que pueda hacirse de la naturaleza para generar energía limpia para un desarrollo sostenible de las naciones, será paulatino con grandes escollos y limitaciones, pero se trata de cambios que son irreversibles, tomarán décadas y una cuantiosa inversión de recursos, pero al final se impondrá el nuevo modelo en beneficio de una mejor calidad de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTAS Y COMPARTE AQUÍ