Por: Tereso Arias
*El miedo* es una condición animal, especialmente de los seres racionales. Todos los seres vivos sentimos miedo a lo desconocido, a lo inexplicable, a lo nuevo. También existe el miedo inducido, creado, aplicado o ejercido por quienes tienen poder.
La escuela dominicana produce y fomenta el temor: *el miedo.* Desde el inicio de la jornada del día se va sentando el miedo en nuestros niños. A esta realidad no escapa el maestro, el conserje, el padre o madre de familia.
Este drama inicia al momento de izar la bandera, para luego continuar en el aula.
En la mayoría de las escuelas a los niños tienen el miedo al infierno, al castigo de seres espirituales y malignos, que conviven con nosotros y que están al asecho si hacemos esto o aquello, si dejamos de hacer tal o cual cosa.
El castigo que se inculca al niño es el infierno, donde existe todas clases de tormentos. Desde el fuego hasta quemar tu alma por toda la eternidad.
De igual forma se hinca a los niños para ponerlos en manos de Dios, ya que esto lo protegerá de tentaciones de no hacer tal o cual cosa. Se le da todo el poder a un ser superior para que le conceda al niño la virtud de aprender.
Está práctica se repite al inicio de la docencia, a la hora de la merienda, almuerzo y al inicio de cada asignatura.
Cómo nuestro sistema educativo todos los meses tiene un enfoque diferente, producto de la improvisación, los caprichos e intereses de los técnicos distristales, regionales o quienes imparten talleres a los técnicos, lo único ausente en estos enfoques, es que no existe uno orientado a la ciencia y la técnica.
Basta observar que ante cualquier acontecimiento sucedido, la respuesta más común y aceptada es: *Dios lo quiso así, es su voluntad.* Esa es la respuesta más fácil y la que mejor encaja a la realidad de aceptar sin hacer preguntas, sin investigar, sin explicar o buscar la verdad científica.
La escuela dominicana no incentiva a la creatividad, a buscar el porqué de las cosas. Porqué suceden los fenómenos, los hechos. Se busca armonizar con lo a científico, lo inexplicable, lo espiritual. Así no se provoca cuestionamientos que molesten a nadie.
Se busca lo más cómodo, lo que todo el mundo quiere que es el acomodamiento al sistema. *El que menos cuestiona es el mejor. Es el maestro ideal.* Así todos repetimos Dios nos da la vida, el don de hablar, nos manda la lluvia, nos cuida y nos protege, nos da la felicidad. Con esto y otras posturas el maestro va modelando al niño acorde a las exigencias del sistema.
Al final, como producto de ese modelo, la escuela ha esculpido un ser contemplativo, pasivo, no crítico y temeroso.
Romper el enclaustramiento, salir del molde general que ha sido formado, y apropiarse de la ciencia y técnicas científicas, significa presentarse ante los demás y la sociedad como un bicho raro.
*Cuestionar, o salir del molde es exponerse a ser catalogado como subversivo, detestable, poco confiable y peligroso.*
Repetir tanto, unos conceptos formadores de miedo, acientíficos y no cuestionadores, hace que nuestro cerebro se acostumbre, se aplastan en aceptar como natural, los cambios que se pueden producir en el mundo.
Educamos con patrones, conceptos buenos y válidos predicados y aceptados por miles de años. Así nuestra escuela no enseña al niño a crear ni pensar.
La escuela dominicana está ausente de todos los adelantos científicos, que a diario subsisten en los distintos campos del saber.
Igual sucede con las obras literarias, ensayos cinematográficos, viajes
espaciales, avances en medicina, producción material, ecológicos, consumo de estupefacientes, cambios políticos, filosóficos. La escuela fomenta la lectura sosa, sin significado, sin contenido; sin contenido que fomente la creatividad. Por eso tenemos jóvenes con cerebro vacío, acústico, incapaces de entablar conversaciones significativas.
Nuestro sistema educativo busca esculpir un ser lleno de tabúes, sin conocimientos, apartado de la realidad que le rodea y temeroso de ser diferente.
La penetracion y decisiones de las iglesias en nuestro sistema educativo, ha sido una retranca, un atraso en la capacidad de pensar, enfocar y actuar.
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