Listín Diario / Opiniones
Autora: Margarita Cedeño de Fernández
Hizo falta muchas discusiones, pruebas fehacientes y un fuerte nivel de lobismo a nivel mundial, para que el cambio climático fuera reconocido como una realidad y no como el delirio de un grupo de científicos en busca de fondos para financiar sus investigaciones, en pos de que los gobiernos entendieran el grave riesgo. La primera década de este milenio fue testigo del esfuerzo del sector ambientalista del cambio climático y sus inestimables consecuencias para el futuro del planeta Tierra.
El 11 de diciembre de 1997, los países industrializados asumieron un compromiso, luego conocido como “Protocolo de Kioto”, que buscaba reducir los gases de efecto invernadero. Sin embargo, el resultado, medido de acuerdo a la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera, no fue positivo, lo que dejó en entredicho el compromiso de los países industrializados con el cuidado del medio ambiente.
El constante aumento de la temperatura de la tierra, el hecho de que los inviernos son más fríos que nunca y los veranos más calientes, así como los sucesivos desastres naturales en zonas sin precedentes en el planeta, continúan siendo objeto de preocupación de quienes veían en el “Protocolo de Kioto” un mecanismo eficiente para mejorar la situación, por lo cual impulsaron un nuevo pacto que, como muchos ya conocen, se ha denominado el “Acuerdo de París”, un hito en el compromiso del planeta con el cuidado del medio ambiente.
Los Gobiernos firmantes hemos asumido el compromiso de mantener el incremento de la temperatura media mundial por debajo de los niveles pre-industriales, implementar planes nacionales para reducir las emisiones, mantener a la comunidad internacional informada de los avances y someterse a evaluaciones y, en el caso de los países en vías de desarrollo como el nuestro, recibir financiamiento para mejorar la resiliencia ante los efectos del cambio climático.
El tema no es casual. Los datos recogidos en el informe “Status of Global Climate in 2015", el informe de la Organización Meteorológica Mundial, afirman que en los pocos años que lleva el siglo XXI, han sucedido 15 de los 16 años más cálidos desde que existen registros.
Ante una realidad tan evidente, resulta preocupante la retirada de un país desarrollado del acuerdo de París, por considerarlo “injusto” para los intereses de sus ciudadanos, ya que supone un duro golpe contra la arquitectura climática construida en los últimos años, y al decir de los principales informes de política exterior, afectará sensiblemente la “contención de emisiones que el país ha logrado en la última década”, especialmente debido a las medidas de apoyo a las energías renovables impulsadas por Barack Obama.
La buena noticia es que, a pesar de ello, la comunidad internacional ha reafirmado, y en el caso de algunos países ha reforzado, de manera unánime la voluntad de defender el mencionado acuerdo. La lucha contra el cambio climático al parecer ya es irreversible.
Como dijo mi amiga Christiana Figueres, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco del Cambio Climático, protagonista del Acuerdo de París, “todos los países en la Convención están participando en igualdad de condiciones” y, el apoyo de los países industrializados a los países más pobres es necesario, porque los países industrializados son los que más impactan en el cambio climático.
Con el Acuerdo de París se marcó un hito histórico y milagroso, que inyectó nueva vida a la diplomacia y el orden mundial.
Esperemos que retome su primer impulso y continúe por el camino previsto, por el bien de toda la humanidad.
El 11 de diciembre de 1997, los países industrializados asumieron un compromiso, luego conocido como “Protocolo de Kioto”, que buscaba reducir los gases de efecto invernadero. Sin embargo, el resultado, medido de acuerdo a la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera, no fue positivo, lo que dejó en entredicho el compromiso de los países industrializados con el cuidado del medio ambiente.
El constante aumento de la temperatura de la tierra, el hecho de que los inviernos son más fríos que nunca y los veranos más calientes, así como los sucesivos desastres naturales en zonas sin precedentes en el planeta, continúan siendo objeto de preocupación de quienes veían en el “Protocolo de Kioto” un mecanismo eficiente para mejorar la situación, por lo cual impulsaron un nuevo pacto que, como muchos ya conocen, se ha denominado el “Acuerdo de París”, un hito en el compromiso del planeta con el cuidado del medio ambiente.
Los Gobiernos firmantes hemos asumido el compromiso de mantener el incremento de la temperatura media mundial por debajo de los niveles pre-industriales, implementar planes nacionales para reducir las emisiones, mantener a la comunidad internacional informada de los avances y someterse a evaluaciones y, en el caso de los países en vías de desarrollo como el nuestro, recibir financiamiento para mejorar la resiliencia ante los efectos del cambio climático.
El tema no es casual. Los datos recogidos en el informe “Status of Global Climate in 2015", el informe de la Organización Meteorológica Mundial, afirman que en los pocos años que lleva el siglo XXI, han sucedido 15 de los 16 años más cálidos desde que existen registros.
Ante una realidad tan evidente, resulta preocupante la retirada de un país desarrollado del acuerdo de París, por considerarlo “injusto” para los intereses de sus ciudadanos, ya que supone un duro golpe contra la arquitectura climática construida en los últimos años, y al decir de los principales informes de política exterior, afectará sensiblemente la “contención de emisiones que el país ha logrado en la última década”, especialmente debido a las medidas de apoyo a las energías renovables impulsadas por Barack Obama.
La buena noticia es que, a pesar de ello, la comunidad internacional ha reafirmado, y en el caso de algunos países ha reforzado, de manera unánime la voluntad de defender el mencionado acuerdo. La lucha contra el cambio climático al parecer ya es irreversible.
Como dijo mi amiga Christiana Figueres, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco del Cambio Climático, protagonista del Acuerdo de París, “todos los países en la Convención están participando en igualdad de condiciones” y, el apoyo de los países industrializados a los países más pobres es necesario, porque los países industrializados son los que más impactan en el cambio climático.
Con el Acuerdo de París se marcó un hito histórico y milagroso, que inyectó nueva vida a la diplomacia y el orden mundial.
Esperemos que retome su primer impulso y continúe por el camino previsto, por el bien de toda la humanidad.
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