Articulo
Emilia Santos F.
La realidad nos indica que en nuestro país no existe equidad, o la carencia de ella, es demasiado grande. Esa es la verdad. Las acciones inoportunas y abusivas de algunos funcionarios lo confirman. Muchos de ellos se diluyen; se dedican a todos, menos a realizar acciones propias del cargo que poseen o que le indica su investidura. Van más al Estado a servirse que a servir.
¿Cómo es posible que sea realidad el descomunal aumento salarial de los senadores y las senadoras de República Dominicana, ante la tasa de desempleo y bajos sueldos, que exhibe nuestro país?.
¿Conoce usted a cuánto asciende el salario mínimo actualmente?.
Para su sorpresa se encontrará con varios tipos y cantidades, pero todos ínfimos. Son demasiado exiguos, pero sólo para quienes hacen verdadera patria: maestros-as, profesores-as; militares; profesionales de todas las áreas y con múltiples competencias. Eso sí, se le exige buena; muy buena y optima formación académica.
¿Y qué decir de la mísera pensión que reciben quienes dieron toda una vida al servicio laboral, versus, las pensiones exorbitantes de quienes duran cuatro años en puestos gerenciales, en el sector público, y al final de ese breve tiempo, reciben una pensión que le permite exhibir beneficios millonarios?.
¡Esa medida es un bochorno a la nación!. Bien dijo Talleyrand: ”la democracia no puede subsistir donde los seres humanos, adquieren hábitos de los esclavos; que no pronuncian más palabras que aquellas que no le acarrean peligro alguno”. El pueblo dominicano, no está dormido; está cansado de ser abusado, de que se vulnere su ejercicio de ciudadanía.
Este aumento inicuo, ha sido repudiado, pero fue operativizado contra todas y todos. Una vez más, el poder nos venció.
Sólo nos queda exhortar a nuestros funcionarios, recordar a Licurgo: “el pueblo no obedece las leyes sino la obedecen los magistrados”. Decisiones inmoderadas solo traen clamor y crujir de dientes.
En un país donde el primer empleo es tan difícil para la juventud, a quienes piden “experiencia”; ¡qué burla!. Por otro lado, trabajadores enfermos o no, pero que califican para pensiones, demanda durante años, les sean concedidas y solo encuentran silencio. No, señores senadores, su aumento es más que improcedente. Es grosero; desigual; inequitativo, para el trabajo que ustedes realizan!. Deberían hacer públicamente un mea culpa.
¡Quizás, la moda es igualar su sueldo al de sus homólogos de los países de la región!. ¡Qué cultura política nos gastamos!
Ese aumento no es oportuno, cuando nuestros policías, profesores, personal de salud, vigilantes, obtienen salarios tan bajos. No primó la prudencia ni de la saliente, al proponerlo, ni de la entrante gestión del senado al aplicarlo.
Pero como gente buena, que quiere aportar al desarrollo social; nuestras universidades siguen copadas de estudiantes, ¡qué bueno!”. Pero saldrán a devengar como profesionales, salarios de hambre. Mientras, nuestros legisladores se aumentan 70 mil pesos de un golpe, que le lleva a sus cuentas cada mes, la descomunal suma de 320 mil pesos, hasta nuevo aviso. ¡Así no se hace patria!.
Esperamos que ese aumento les haga más productivos. Si bien es cierto que tenemos muchas leyes, hace falta muchas otras, y hacer las ya existentes, operativas, no letras muertas. Así como, ser más responsable y hacer más transparente las demás funciones sobres sus hombros.
Parece que el trabajo dejó de ser un deber, un derecho y una funciòn social, como dice la Constitución Dominicana.
Ese aumento no es racional, es arbitrario. Sus beneficiarios gozan además del enorme sueldo, de exoneraciones, viáticos, cobertura de gastos múltiples, más dinero en efectivo; asesores de imagen, armas…la lista de privilegios es larga. Al tiempo que esto ocurre, las personas trabajadoras: las pobres del sector público, tienen ocho años sin obtener un digno aumento. La diferencia salarial comparada con la de estos señores y señoras legisladores es abismal.
El gran Seneca, nos enseñó que “el primer grado de la riqueza, es tener lo preciso, el segundo, lo que basta. Pero como ya sabemos, algunas personas nunca se sacian.
Mientras eso ocurre, un médico devenga un salario de 32 mil pesos; un fiscal, 18 mil pesos, por solo citar dos casos. El salario mínimo no llega a 15 mil pesos, al tiempo que, la pensión de un trabajador pobre; parece que esa es la categoría ahora, asciende a cinco mil 117 pesos, para una canasta familiar de bienes y servicios que ronda los 28 mil pesos. Esto indica que, en este país, las y los profesionales, mal comen. Como es bien sabido, “el mal comío no piensa”. ¡Será eso lo que buscan!.
Y no conformes con tanto drama; problemáticas y las necesidades que el pueblo dominicano soporta, muy cansado ya, nuestros señores y nuestras señoras del senado, no quisieron quedarse atrás y para darnos otra dosis de su poder, abrazaron a Mike Todd, cuando dijo: “la vida es como la política, nosotros producimos nuestro propio espectáculo”. Pero de esa forma, sin dudas, nunca conseguirán ovación.
Como dominicana de pura cepa, espero que mi pueblo; el humilde, pacífico y admirable pueblo dominicano, perdone esta nueva inequidad de nuestros legisladores. Abrazo la recomendación de Pitágoras: “Consuélate en soportar injusticias: la verdadera desgracia consiste en comértelas”. Y me acojo al Salmo 32:”Bienaventurados aquellos, cuyas inequidades son perdonadas”. También, aspiro, que podamos perdonarla y en colectividad transitar hacia la justicia social. ¡Que así sea!
La autora es Educadora, periodista, abogada y locutora.
Reside en Santo Domingo.
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