odos hemos tenido maestros. Pero ¿cuáles son las características de un buen maestro? Probablemente es un tema controvertido, y cada uno tendrá su opinión. Pero puede que estos 7 rasgos sean algunas de las características de un buen maestro de artes marciales:
1. No suele hablar mal de otros, y si lo hace es con respeto
Por varios motivos. Por un lado, porque el respeto suele ser uno de los valores fundamentales de las artes marciales. Cualquier persona que se haya interesado verdaderamente por las artes marciales sabe que de todo el mundo tiene algo que aportar. Pero el maestro además, por encima de artistas marciales, ve a las personas. Todos tenemos defectos. Todos cometemos errores. Pero todos merecemos consideración y respeto.
Por otro lado, la autoafirmación a través de las críticas a otros es un síntoma claro de inseguridad. Y si el maestro no está seguro de sí mismo o de su sistema…
2. No enseña trucos ni atajos, sino la forma correcta de hacer las cosas
Todo alumno quiere aprender rápido, reconozcámoslo: somos así. Pero el objetivo de la práctica no es un resultado inmediato, sino un aprendizaje auténtico, duradero y profundo. Y para esto hace falta una buena guía, un gran esfuerzo… y tiempo. ¿Hay atajos? Sí, pero nos hacen perdernos parte del camino. ¿Hay trucos? Sí, pero solo sirven para engañarnos nosotros mismos. No se trata de esconder o disimular los errores del alumno, sino de corregirlos. Porque lo que no se aprende bien, de verdad, luego se echa de menos. Las cosas, con un buen maestro, tienen que estar bien hechas. Nadie dijo que aprender artes marciales fuera fácil, y de hecho, ni lo es ni debe serlo.
3. Tiene alumnos, no clientes
¡Ay, el dichoso dinero! Esto de tener alumnos y no clientes es muy fácil decirlo, pero… ¿los buenos maestros enseñan gratis? Normalmente no. Es un tema muy discutido, pero creo que puede comprenderse desde el sentido común. Hoy en día, entre maestro y alumno suele haber una relación económica. Pero no tiene por qué ser lo más importante entre ellos.
Pienso que la relación maestro-alumno debería ser mucho más cercana y personal que la que tienen un profesional y un cliente. Y, sobre todo, la prioridad del maestro debería ser lo que es mejor para el propio alumno, incluso cuando esto va en contra del interés de su negocio. ¿Cuántas veces un practicante joven deja de entrenar unos meses porque necesita estudiar más? ¿Debe el maestro tratar de convencerle para que siga yendo a clase y seguir así cobrando la cuota? O si un alumno ha demostrado su interés sincero por la práctica y tiene problemas para pagar las clases ¿permitirá el buen maestro que deje de practicar, o le disculpará de abonar su mensualidad hasta que se recupere económicamente? Para mí, un buen maestro animaría a su joven discípulo a dar prioridad a los estudios, y no dejaría que un alumno dejase de practicar por problemas económicos (y añadiría que, en un grupo dirigido por un auténtico maestro, lo compañeros lo entenderían perfectamente) Pero eso es lo que yo pienso. ¿Y tú? ¿Qué opinas?
4. Sabe que cada alumno es diferente
Cada persona es diferente. Es así, y está bien que sea así. Pero en ocasiones al ver a los alumnos de una escuela, uno se da cuenta de que todos están cortados por el mismo patrón. Muestran las mismas virtudes, y los mimos defectos. Es lógico también que ocurra así… hasta cierto punto. Es normal que la forma de ejecutar la técnica sea parecida, ya que todos se guían por las mismas referencias. No es normal que, en un combate, todos elijan las mismas como sus favoritas. Es normal que los alumnos de una escuela sigan los mismos pasos en cuanto a los rituales y la etiqueta. No lo es que cometan los mismos errores ejecutando una forma.
¿Te has preguntado alguna vez porqué hay diferentes artes marciales, diferentes estilos, diferentes maestros? Pues, por los mismos motivos, hay diferentes alumnos. Y cada uno tendrá potencialidades distintas que habrá que desarrollar, diversos caracteres que darán lugar a practicantes dispares. En la enseñanza uno aprende que no hay fórmulas mágicas que sirven para todo el mundo. Si todos los alumnos son iguales, algo está fallando. Probablemente, no se está atendiendo a sus particularidades. ¿Y quién sería el responsable?
5. Es cercano, pero inspira respeto
Ser maestro de artes marciales es casi como ser padre ¿no? Hay que ser comprensivo y afectuoso, y a la vez autoritario y serio. Pero… ¡qué difícil es encontrar este equilibrio!
Un maestro no debe ser alguien que está en un pedestal. Su lugar no es el Olimpo de los artistas marciales, sino el suelo, el tatami, donde están sus alumnos. Da igual que le llamen Sabom, Sensei, Shifu… o Paco. Lo importante es que se estén cómodos con él, que sientan que pueden confiar en lo que les dice, que sepan que vela por ellos. Que cuando tienen una pregunta, no duden en formulársela a una persona que les escuchará y les ayudará a encontrar la respuesta, no a un “semi-dios” que se disgusta si la cuestión es inoportuna o que les puede recriminar la interrupción de su clase magistral. Y esto no significa que se le respeta menos.
Creo que, en las artes marciales, a veces no se entiende bien lo que es el respeto. Si piensas que respetarle es llamarle siempre maestro, saludándole efusivamente, acatar sus decisiones sin discusión y saltar como un resorte cuando te llama para ir corriendo a su presencia, creo sinceramente que te equivocas. Todo eso puede estar bien, pero no es necesario. ¿De verdad eso es respeto? A veces es simplemente seguidismo, y hasta servidumbre. Un maestro se hace respetar porque su conducta es ejemplar: humana, pero ejemplar. Porque demuestra día a día sus conocimientos, su carácter y su aprecio por sus alumnos. Por eso ellos le aprecian, confían en él, aceptan sus consejos, le hacen caso… le respetan.
6. Enseña con lo que dice… pero sobre todo con lo que hace y con lo que es
¿Enseña un buen maestro las técnicas de un arte marcial contándoselas a los alumnos? Que alguien describa cómo debe ejecutarse una técnica no tiene gran valor. La mejor forma de enseñarla es demostrarla, haciendo hincapié en los puntos importantes, pero sobre la base de un ejemplo. Entonces ¿puede un maestro enseñar a sus alumnos a comportarse, a respetar ciertos valores, a dirigir su conducta, únicamente con palabras? Seguramente esas palabras tampoco tengan mucho valor si no van acompañadas de un buen ejemplo. Y ese ejemplo ha de ser el propio maestro. Seguramente no sea perfecto, porque tiene, a buen seguro, sus defectos. Pero aún así debe ser un modelo para sus alumnos, en el dojang y fuera. Y no basta con comportarse como una buena persona, eso no se puede fingir. Todos podemos utilizar buenas palabras, pero… ¿las confirman de verdad nuestra conducta y nuestra forma de ser? Las de un buen maestro, sí.
7. Disfruta en el dojang, enseñando y practicando
La educación requiere vocación. Si a alguien no le gusta enseñar es muy difícil que pueda transmitir, especialmente en el mundo de las artes marciales. La pasión por lo que uno hace se contagia, y es un ingrediente fundamental en la enseñanza. El maestro que se encuentra a gusto en el tatami entre sus alumnos; el que suele sonreir y a veces hasta tira de humor en sus explicaciones; el que busca permanentemente nuevas formas de corregir errores o de mejorar detalles; el que pasa parte de su tiempo leyendo libros, viendo videos, hablando con otros docentes sobre su arte y la mejor manera de enseñarlo. Ése. Ése el maestro que disfruta de su labor. Ése es, seguramente, el buen maestro.
Fuente: Blog de Artes Marciales Kidokan
Juan Antonio García Ruiz, Exclusivo MasTK
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