LA HABANA.- La disidencia cubana no estará presente cuando John Kerry, el primer secretario de Estado norteamericano que visita Cuba desde 1945, ice este viernes por primera vez en también más de medio siglo la bandera estadounidense en la embajada en La Habana. Sí ha sido invitada a un encuentro posterior -y privado- con Kerry, en la residencia del encargado de negocios estadounidense, Jeffrey DeLaurentis.
Con esta carambola diplomática, Estados Unidos confirma su hoja de ruta para la normalización de relaciones con Cuba, en la que la disidencia pierde espacio en pro del diálogo con el Gobierno de Raúl Castro.
Desde el 17 de diciembre, cuando Estados Unidos y Cuba anunciaron el fin de una hostilidad que duraba ya más de medio siglo, la Administración de Barack Obama ha cuidado al detalle cada paso que ha dado para que el proceso prospere.
La visita de Kerry, que supone el broche de oro a este proceso, no se escapa a este cauteloso viaje iniciado hace ocho meses. Y uno de los puntos más contenciosos del siempre difícil y todavía largo y cauto acercamiento es el de los derechos humanos, causa principal esgrimida por una disidencia a la que La Habana niega representatividad alguna.
En el pasado, la disidencia cubana ha tenido un peso enorme en las decisiones que Estados Unidos ha adoptado sobre Cuba, una influencia que ha sido decisiva para cimentar la política de mano dura y de bloqueo al régimen de los Castro. En la actualidad, la mayoría de los cubanos que reside en EE UU ha flexibilizado estas posiciones y respalda la decisión de Obama de reconducir la política exterior respecto a Cuba. Este apoyo, según las encuestas, lo suscribe también la mayoría de la sociedad estadounidense.
Pero la propia disidencia de la isla está dividida frente al nuevo rumbo de las relaciones bilaterales. Mientras activistas moderados han apoyado -con más o menos reticencias- el diálogo bilateral, una parte sigue rechazando un proceso del que dice sentirse discriminada.
Este sector más duro de la disidencia cubana y algunos dirigentes del Partido Republicano, en el que conviven dos almas que se contradicen sobre las relaciones con Cuba, consideran casi una traición las nuevas directrices políticas de Obama, al que reprochan que no haya arrancado al Gobierno de Raúl Castro alguna cesión que garantice cierto aperturismo ni respeto a los derechos humanos.
Uno de los más críticos con Obama es el aspirante presidencial republicano Marco Rubio. El senador por Florida de origen cubano sostiene que las decisiones que está tomando la Casa Blanca son una bofetada a los disidentes que han luchado y están luchando contra el régimen cubano y ha exigido a Kerry que se reúna con ellos. “Los disidentes cubanos son los legítimos representantes del pueblo de Cuba”, sostiene Rubio.
El Departamento de Estado aseguró este miércoles que la decisión de no invitar a disidentes a la ceremonia central no supone un cambio de política por parte de Washington. Kerry “tiene planeado reunirse con un amplio espectro de la sociedad civil” durante su estancia en La Habana, pero la reapertura de la embajada es “sobre todo un evento de gobierno a gobierno” en un espacio “extremadamente limitado”, justificó una fuente oficial en conversación con periodistas bajo condición de anonimato. Según subrayó, la residencia de DeLaurentis es también un edificio gubernamental, así que actos como el que sí incluirá el viernes a los disidentes “son igual de oficiales que los eventos celebrados en la embajada”.
La visita de Kerry se produce después de que el pasado domingo fueran detenidos temporalmente en Cuba casi un centenar de activistas que protestaban, precisamente, contra la nueva política de Obama hacia la isla. El Departamento de Estado se ha declarado “profundamente preocupado” por las detenciones y ha reiterado su apoyo a la necesidad de mejorar los derechos humanos en Cuba y de hacer reformas que conduzcan a una democracia. Pero el incidente no ha variado sus planes para la visita relámpago de Kerry el viernes.
Entre los críticos a esta estrategia está Antonio Rodiles, del disidente Estado de SATS. “Lo correcto sería que nos invitaran para escucharnos pese al hecho de que no estamos de acuerdo con la nueva política estadounidense”, dijo Rodiles a la agencia AP.
Otros, como el secretario ejecutivo de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), José Daniel Ferrer, dicen entender hasta cierto punto el dilema de Washington y acudirán el viernes a la reunión de compensación con Kerry, aunque no puedan participar en el acto principal.
“Aceptamos la invitación y vamos a ir”, dijo Ferrer en conversación telefónica desde Santiago de Cuba con EL PAÍS. “Comprendemos que, dada la esencia del régimen de los Castro en Cuba, ellos siempre van a poner condiciones, como le han puesto también a gobiernos europeos, incluyendo el español, de que a este tipo de actos donde van a estar funcionarios de ellos no quieren a la oposición”, explicó. “No es justo, no es lo que ocurre en el mundo libre (…) pero entendemos que si el Gobierno de EE UU decidió entrar en este escabroso camino de normalización de relaciones, hay situaciones que tienen que manejar con muchísimo cuidado”.
Según adelantó Ferrer, pese a que no sea lo ideal, su agrupación no quiere perder la oportunidad de poder contarle a Kerry en persona “la triste realidad que se está viviendo en Cuba en materia de flagrantes violaciones de derechos humanos”.
“El lo sabe, lo conoce, pero no está de más repetírselo, actualizar lo que está ocurriendo, las detenciones, las represiones, el incremento de los detenidos por motivos políticos”, enumeró.
“Nada va a cambiar nuestro apoyo a los disidentes en la isla, a los actores políticos, los activistas de derechos humanos o los medios independientes”, enfatizó la fuente del Departamento de Estado. “Siempre defenderemos a los activistas políticos pacíficos que buscan abrir el espacio de los derechos humanos en Cuba (…) independientemente de con cuántos pueda hablar Kerry el viernes”, insistió.
Fuente: ELPAIS.com
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