Autora: Margarita Cedeño de Fernández
@Margaritacdf
En el marco del III Foro de
Santo Domingo, que reunió a ex Presidentes de América Latina, Ministros,
académicos, investigadores y expertos en distintas materias del desarrollo
económico y social, se analizó el Panorama Social de América Latina y,
especialmente, los retos hacia el futuro que enfrenta la inversión social.
Los planteamientos parten de que América Latina continua siendo la región más desigual del planeta, no obstante los significativos logros que hemos alcanzado en los últimos años. Ahora bien, como consecuencia de la crisis financiera global, que posteriormente se ha convertido en una crisis económica de dimensiones semejantes a la crisis de 1929, la pobreza extrema en la región para el 2014, ha alcanzado valores similares a los de 2011.
De ahí que, la realidad social de América Latina requiere abordar las estructuras económicas de los países de la región, que se caracterizan por una mano de obra barata, empleos de bajos requerimientos técnicos y un alto desempleo e informalidad. Además, las estructuras tributarias llevan a una presión tributaria baja, que impide el aumento de los presupuestos de inversión social en muchos países de la región. En ese tenor, el ex Presidente Vicente Cerezo, de Guatemala, planteó la necesidad de “abordar las transformaciones estructurales de la economía, para poder acometer las transformaciones sociales de fondo que se requieren.”
Al acometer estas transformaciones estructurales, el enfoque debe ser hacia la ciencia, la tecnología y la innovación, en tanto atraen trabajos calificados que son mejor remunerados. Esto requiere, en consecuencia, una inversión en educación enfocada hacia los mercados laborales del futuro, con especial énfasis en Investigación y Desarrollo. Tenemos que construir las aulas del siglo XXI y reenfocar la enseñanza que adquieren nuestros hijos y la formación de nuestros maestros.
Hace apenas unas semanas se ha presentado el Panorama Social de América Latina de la CEPAL 2014, que establece que 165 millones de latinoamericanos viven en la pobreza, de los cuales 69 millones viven en situación de pobreza extrema. El informe alerta sobre la importancia del fortalecimiento de las políticas públicas en materia social, enfocadas hacia los derechos de las personas en vulnerabilidad. Como planteó Simone Cecchini, de CEPAL, se requiere “profundizar y ampliar el rango de acción y capacidad de los programas sociales”.
Esto va en consonancia con lo que está sucediendo en la región, donde los programas de protección social han transitado de estrategias para asegurar seguridad alimentaria, a intervenciones sociopedagógicas – como es Progresando con Solidaridad – donde se promueve el enfoque de derechos.
Para la continuidad de estos programas, resulta vital el fortalecimiento institucional de los mismos, ya que muchos han surgido al margen del entramado jurídico-institucional. Esto, vinculado a una promoción de un liderazgo social y con sentido humano, transformará la concepción política del desarrollo social, permitiéndonos enfrentar los retos de los avances sociales.
Lo que se requiere de nuestros países es una inversión social más eficiente, de mayor calidad y más focalizada. Como ha dicho la CEPAL: “no cabe duda de que la región ha hecho progresos importantes en el manejo del ciclo económico, como se expresa en la reducción de vulnerabilidades fiscales y monetarias durante la primera década del siglo XXI, y en la puesta en marcha de políticas sociales innovadoras para reducir la pobreza. Sin embargo, ello no ha sido suficiente para superar el gran rezago productivo, la brecha estructural y la gran desigualdad que aún recorre a nuestra región.”
Combatir la desigualdad social debe ser el norte de la región, con determinación política para tomar decisiones que lleven a una distribución más equitativa de los ingresos. Solo así tendremos un mejor panorama social para América Latina.
Los planteamientos parten de que América Latina continua siendo la región más desigual del planeta, no obstante los significativos logros que hemos alcanzado en los últimos años. Ahora bien, como consecuencia de la crisis financiera global, que posteriormente se ha convertido en una crisis económica de dimensiones semejantes a la crisis de 1929, la pobreza extrema en la región para el 2014, ha alcanzado valores similares a los de 2011.
De ahí que, la realidad social de América Latina requiere abordar las estructuras económicas de los países de la región, que se caracterizan por una mano de obra barata, empleos de bajos requerimientos técnicos y un alto desempleo e informalidad. Además, las estructuras tributarias llevan a una presión tributaria baja, que impide el aumento de los presupuestos de inversión social en muchos países de la región. En ese tenor, el ex Presidente Vicente Cerezo, de Guatemala, planteó la necesidad de “abordar las transformaciones estructurales de la economía, para poder acometer las transformaciones sociales de fondo que se requieren.”
Al acometer estas transformaciones estructurales, el enfoque debe ser hacia la ciencia, la tecnología y la innovación, en tanto atraen trabajos calificados que son mejor remunerados. Esto requiere, en consecuencia, una inversión en educación enfocada hacia los mercados laborales del futuro, con especial énfasis en Investigación y Desarrollo. Tenemos que construir las aulas del siglo XXI y reenfocar la enseñanza que adquieren nuestros hijos y la formación de nuestros maestros.
Hace apenas unas semanas se ha presentado el Panorama Social de América Latina de la CEPAL 2014, que establece que 165 millones de latinoamericanos viven en la pobreza, de los cuales 69 millones viven en situación de pobreza extrema. El informe alerta sobre la importancia del fortalecimiento de las políticas públicas en materia social, enfocadas hacia los derechos de las personas en vulnerabilidad. Como planteó Simone Cecchini, de CEPAL, se requiere “profundizar y ampliar el rango de acción y capacidad de los programas sociales”.
Esto va en consonancia con lo que está sucediendo en la región, donde los programas de protección social han transitado de estrategias para asegurar seguridad alimentaria, a intervenciones sociopedagógicas – como es Progresando con Solidaridad – donde se promueve el enfoque de derechos.
Para la continuidad de estos programas, resulta vital el fortalecimiento institucional de los mismos, ya que muchos han surgido al margen del entramado jurídico-institucional. Esto, vinculado a una promoción de un liderazgo social y con sentido humano, transformará la concepción política del desarrollo social, permitiéndonos enfrentar los retos de los avances sociales.
Lo que se requiere de nuestros países es una inversión social más eficiente, de mayor calidad y más focalizada. Como ha dicho la CEPAL: “no cabe duda de que la región ha hecho progresos importantes en el manejo del ciclo económico, como se expresa en la reducción de vulnerabilidades fiscales y monetarias durante la primera década del siglo XXI, y en la puesta en marcha de políticas sociales innovadoras para reducir la pobreza. Sin embargo, ello no ha sido suficiente para superar el gran rezago productivo, la brecha estructural y la gran desigualdad que aún recorre a nuestra región.”
Combatir la desigualdad social debe ser el norte de la región, con determinación política para tomar decisiones que lleven a una distribución más equitativa de los ingresos. Solo así tendremos un mejor panorama social para América Latina.
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